lunes, 11 de octubre de 2010

A través de la ventana

A través de la ventana vemos pasar la vida. El tiempo desfila frente a nuestras nostálgicas miradas y toda la vida se va a través de ese cristal que nos separa con su fría presencia del mundo que observamos, convirtiéndonos en espectadores, en público, de historias ajenas, particulares o universales, que se suceden unas a otras, que se repiten frente a nuestros ojos sin que podamos intervenir, sin que queramos dejar de ser observadores fieles de una historia hecha de fragmentos de tiempo y de sentimientos que, como ajenos que son, pretendemos que no nos afecten.
La ventana es una metáfora y a la vez un símbolo. Su propia forma, su esencia originaria da sentido literario a su existencia: simplemente una abertura en la pared para dejar entrar la luz, para poder ver lo que nos rodea. A veces una pequeña apertura que nos deja ver pero impide que nos vean, finas aperturas defensivas para esperar al enemigo; grandes ventanales para ver el paisaje, cerca del mar, para dejar entrar la luz y el calor. Ventanas que sólo sirven desde un lado, para observar a los detenidos y sus interrogatorios, para espiar a los otros. Sirve como símbolo para hablar de la curiosidad, la indiscreción, esa manera de asomarnos a otras vidas que no nos importan en principio pero a través de las que finalmente vivimos nuestras propias vidas.
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Abertura frágil en un muro firme, en paredes que delimitan nuestras vidas, una realidad cercana y cotidiana, controlada. A través de esos cristales firmemente sujetos por un marco, el exterior entra en nuestras casas y en nuestras mentes. Entra a través de esos cristales empañados, la imaginación. Pues la ventana es simplemente el encuadre por el que vemos el mundo.

por Rosa Olivares
Exit, Imagen y Cultura nº 26, Mayo / Julio 2007

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